Rabí Yehuda Haleví, el Templo de Monterrey.
La fachada es imponente y sobria, en el vértice superior y la parte más alta, está el nombre de Hashem, inmediatamente debajo un nombre: Rabí Yehuda Haleví. Le pregunto a mi padre por que llamarle así y su repuesta es categórica y concisa: “No ha habido filósofo, médico, poeta y estudioso del talmud en el mundo sefaradí como él”.
La respuesta es tan contundente que guardo silencio.
“Mira las ventanas en la parte alta, me dice, son dos Moshe y Aaron y su forma recuerda las tablas
de la ley, baja la mirada y verás 5 ventanas que representan el Pentateuco, los 5 libros de Moisés,
después 4 grandes ventanales que son nuestras 4 madres de Israel y por último la entrada al
recinto principal tiene en el vértice un mensaje del profeta Isaías que dice:
Ki beiti Beit tfila Yikare lechol haamim,
“Porque mi casa será una Casa de Oración para todas las naciones”
y rematando la entrada 3 grandes puertas que nos hablan de nuestros padres: Abraham, Isaac y Jacob.”
La arquitectura se vuelve simbología y cobra vida cuando se conoce la intención, había que dejar claro de qué tamaño es nuestro templo y su importancia para la comunidad sefaradí en México. Quien iba a imaginar que en la mente febril del adolescente que escapa de Bulgaria, llevaría grabada los detalles del templo que le dio cobijo a los rezos durante la niñez.
En 1968 viajamos a Bulgaria para visitar la tierra que había dejado 77 años atrás; llegamos a Vidín a 220 kms de Sofia la capital, un pequeño pueblo de pescadores al noroeste de Bulgaria a la orilla del Danubio y exactamente frente a Rumania.
Corre y mira aquella bodega”, – me dice mI hermana y yo obedecemos y atisbamos por lo cristales de aquella bodega, abrimos los ojos con sorpresa porque ante nosotros se desvela nuestro Templo de Monterrey. Lee la sorpresa reflejada en nuestros rostros y nos dice:
“Cuando deje Bulgaria, me lleve la imagen grabada en la mente y me prometí que un día lo construiría y México me dio la oportunidad”
¿Pero cuál es la historia detrás de la historia del templo de Monterrey?
Mi padre me la cuenta:
“Antes de estar constituida la comunidad no contábamos con un templo y durante las fiestas mayores alquilábamos un templo protestante en las calles de Gante. La gente se distraía leyendo los evangelios en lugar de poner atención a nuestras ”En 1941 y un año antes de que se terminara la construcción del templo, durante kipur, el Sr. Isaac Capón fue llamado a sefer y después de echar las ashkabas, se echó a llorar amargamente sobre la tevá sacudiendo nuestro estado de ánimo”.
¿Cuándo tendremos un templo? Decía:
“Las otras comunidades se burlan de nosotros por rezar en templos católicos”.
En el curso de esa semana nos reunimos 10 personas para comentar lo sucedido y concluimos que ya era hora de construir nuestro templo. En esta misma junta, se reunieron los $ 32,000.00 que costaba el terreno; tal fue la prisa que no previmos que el templo debe dirigirse hacia Jerusalén y el nuestro estaba exactamente al contrario. Siguieron una serie de juntas y se determinó que cada uno presentara un proyecto para votar y decidir; yo lleve mi proyecto y pedí al Ing. Francisco Cánovas, que había construido mi casa, hiciera una postal a dibujo de cómo sería el templo por fuera. Mi proyecto fue el elegido.
Se formó el comité de construcción y yo tomé la dirección atendiendo cada detalle; primero pedí al Ing. Cánovas que el interior no contara con columnas pues quería una perspectiva limpia, que tuviera un subsuelo para integrar oficinas, un midrash y habitaciones para oficinas y otros usos. Además mi idea era que cuando hubiera una boda, la novia no entrara a ras de suelo sino que subiera hasta llegar al nivel del templo. Hablé con el Rabino Avigdor que era de Iderne Turquía, y pedí que devolviera el macam de las bodas de nuestra tierra, para que se realizaran conforme a las tradiciones que nos habían alimentado en la infancia y en tierras que nos acogieron cuando fuimos expulsados, dejando atrás los templos y sinagogas que hoy depositan su memoria en el Templo Rabí Yehuda Haleví.
Autor: Dr. David Babani Morales
